Todas son bigotonas

Todas son bigotonas

 

 

(O el Ku Klux Klan huehuenche cibernético)

 

La Polilla

 

Por Stephen Crane

 

Cuando todos pensamos igual es que no pensamos. 

La famosa frase: «defenderé tu derecho a decirlo, incluso si no estoy de acuerdo con lo que dices», es una expresión que a menudo se atribuye a Voltaire, cuyo verdadero nombre fue Francois-Marie Arouet (21 de noviembre de 1694-30 de mayo de 1778). Su agudo pensamiento influyó en el triunfo de la Revolución Francesa. Pero en realidad fue escrita por Evelyn Beatrice Hall en su libro sobre Los Amigos de Voltaire, publicado en 1906.  

Esta frase blinda el principio de la libertad de expresión y el respeto a las ideas ajenas, incluso si son contrarias a las propias. Concepto que se resume en una palabra: tolerancia.

Pero ya no es más. 

Desde que apareció internet, en 1994, y más con el surgimiento de las redes sociales, desde nuestra grandiosa pequeñez humana, tratamos de imponer nuestros juicios y prejuicios a los demás. Porque estamos convencidos que somos la encarnación de la verdad absoluta. Muchas veces al amparo del anonimato. Aunque nuestras palabras sean el reverso de cómo nos conducimos en nuestra cotidianidad. 

Estamos atenazados por el delgado cristal de la hipocresía, la doble moral. nos aterra aquel que disiente de nosotros.

Umberto Eco, filósofo, semiólogo  y escritor italiano, antes de morir, en 2016, definió a las redes sociales en su exacta dimensión: “la invasión de los idiotas”. O, también, puede señalarse como «la ciberdictadura perfecta de la sinrazón». 

La web es un tempestuoso mar donde navegan jueces y verdugos, en el oscuro barco del anonimato.

Fue patético observar la reacción virulenta contra Javier Hernández, el afamado Chicharito, tanto en redes sociales como en televisión y prensa escrita, por hacer público el ejercicio más elemental del ser humano, en una democracia: su libertad de expresión.

El argumento contra sus palabras, que en buena medida revelaron roles ancestrales en las parejas, suena insustancial: promueven estereotipos sexistas que son considerados violencia mediática y que van en contra de la igualdad de género en el deporte. Fue doblemente significativo porque las descalificaciones oscilaron entre la fúrica ultraderecha y la rabiosa izquierda. También, curiosamente, se lanzaron en su contra desde los canales oficiales de la televisión.

La reacción generalizada fue de perros pavlovianos. Adocenada por un fantasmal pensamiento único. Similar al de Jospeh Goebbles, propagandista de cabecera de Adolfo Hitler, quien creó la frase tristemente célebre: repetir una mentira mil veces, hasta trocarse en una gran verdad.

Pareciera que nos encaminamos a un incipiente neofacismo o Ku Klux Klan cibernético.

En un inconmensurable delirio masivo, hubo quienes exigieron su encarcelamiento. Sí le cayó una intensa granizada de críticas de jugadoras profesionales de la Liga MX, líderes de opinión, activistas, periodistas -hombres y mujeres-, y hasta la presidente de México.  Sólo hubo un puñado de voces que osó darle un espaldarazo al jugador, para atemperar la forma en que fue quemado en la leña verde de la irracional condena.  

Mas nadie frunce el seño por los 11 asesinatos feminicidios que a diario suceden en México. Quizá porque los altos índices de violencia, a lo largo y ancho del país, nos han hecho refractarios, insensibles, indiferentes al dolor. Tal vez en el incosciente colectivo aparece, fantasmal, endemoniado, aquello de que «la vida no vale nada». Nadie se indigna como sucede con las palabras del deportista. Ni la presidente de México, pese a su vacía arenga de que con ella  llegaron “todas”. 

Aunque ya ofreció disculpas, casi 15 días después, Javier Henández Balcázar sigue siendo sujeto de escarnio, burla, sorna.

Más que enjuiciar, hay que tratar de entender el porqué de sus palabras. En buena medida tiene que ver con la sociedad donde nació y creció. Jalisco y, en particular, Guadalajara, es una sociedad rabiosamente conservadora, retardataria. En su seno nacieron los infernales Legionarios de Cristo del demoníaco sacerdote Marcial Maciel.

 Mas, ese pensamiento troglodita es inherente al resto del país.   

¿Pero qué dijo Chicharito para tildarlo de machista y misógino?

 Durante el fin de semana antepasada, el delantero, 37 años, publicó varios vídeos que hicieron arder las redes sociales, sobre los roles de género, con la filosa daga de la censura.

«No tengan miedo de ser mujeres, de dejarse guiar por un hombre», invitó. Porque está convencido que ellas “fracasan, erradicando” la masculinidad, según él, volviendo a la sociedad “hipersensible». 

“Ustedes”, arengó a las féminas, “necesitan aprender a aceptar y honrar la masculinidad». Y remató: «quieres que un hombre te provea, pero para ti la limpieza es una opresión patriarcal… interesante».

Si tiene ese pensamiento es porque sus mujeres lo refuerzan. A nadie, Javier, está poniendo en la sien, el cañón una pistola calibre .45 para que la gente actúe y piense como él. En todo caso, si él establece ese tipo de relaciones es asunto suyo y su pareja. 

En una relación amorosa, de dos, nadie más cabe. 

Ni las redes sociales. 

Existen casos de varones que saben zurcir, barrer, trapear, guisar, lavar y trastes. Sin que ello merme su masculinidad, como dice Javier Hernández. En una relación de pareja, las obligaciones domésticas y paternas son –o deben ser- parejas.

Interrogada sobre el tema durante las heroicas “mañaneras del pueblo”, la presidente, Claudia Sheinbaum, calificó de «muy machistas» las afirmaciones del jugador. Aunque elogió su talento como futbolista, afirmó que “todavía tiene mucho que aprender» sobre las mujeres.

Como resorte, la cavernaria Federación Mexicana de Futbol, reaccionó a la presión social y multó a Javier y le escupió una llamada de «apercibimiento». 

Incluso, el cronista Enrique Garay, forjado a la oscura sombra de José Ramón Fernández, en TV-Azteca, se llenó la boca llamándolo “engendro”, exhibiendo su animadversión a este deporte. 

Y alertó a los futbolistas profesionales que «si no estudian» podrían terminar como Hernández. Existen casos de licenciados, otros con maestría o doctorado, que tienen un pensamiento similar o más conservador que el del deportista tapatío.

No olvidemos que la entonces pareja de Garay, apodada La Nacha Plus –Liliana Lago-, a finales de los 90, tuvo una relación extramarital, antes de su divorcio, con el entonces futbolista, Cuauhtémoc Blanco. De esa historia nació una hija.  

Garay ve a Cuauhtémoc en el rostro de Javier.

El Camellito, por cierto, jamás ha sido puesto en la picota de las redes sociales ni la industria mediática, como al Chicharito, pese a las acusaciones que pesan sobre él, como una marmórea losa, entre otras, investigaciones de intento de violación contra una hermanastra. Tiene el manto protector –más bien mortaja política- del partido en el poder, como diputado de Morena.  

Un pálido reflejo de nuestra supina estupidez colectiva: el ‘asesinato’ mediático del futbolista sólo por verter una opinión.

Y eso que no dijo que todas son bigotonas.

Eso hubiera calado más.

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