Bestia de Frankenstein

Bestia de Frankenstein

Por Stephen Crane

 

El drama de Edipo Rey -430 años antes de Cristo- es una descarnada realidad que revela la complejidad de las relaciones filiales, hace la friolera de dos mil 455 años. Magistral, cruda, tragedia griega, escrita por Sófocles. En ella, el héroe, Edipo, para salvar a Tebas de una peste, descubre la terrible verdad: es -sin saberlo-, el asesino de su propio padre y el esposo de su madre, Yocasta. 

La obra explora los temas del destino, la búsqueda de la verdad y la incapacidad del ser humano para escapar de lo predestinado, a pesar de sus esfuerzos. En un arrebato de ira y arrepentimiento, para no ver qué ha hecho, decide arrancarse los ojos.

Tampoco quiere que los demás lo miren. Una forma de vacío, hacerse invisible, para exorcizar el propio dolor.  

El célebre Sigmund Freud utilizó este  funesto drama para nombrar y explicar el Complejo de Edipo, un concepto central de su teoría psicoanalítica. Describe el conjunto de sentimientos de deseo y amor del niño hacia su madre y la irrefrenable rivalidad u hostilidad hacia su padre. Se cree que este proceso inconsciente ocurre durante la fase fálica del desarrollo psicosexual infantil, entre los 3 y 6 años, y su resolución natural es clave para la formación de la personalidad y la aceptación de las normas sociales.

Más allá del psicoanálisis, o complementario a él, inexorablemente llegamos, como padres, a crear engendros de Frankenstein. No nos percatamos si somos angelicales o monstruosos.

El mayor y más grande acto amoroso de una pareja es -o debería ser- su descendencia. Otra paradoja: nadie pide a la familia que le toca. Es un accidente del impensable destino, la vida.   

Ser padre es uno de los hechos más complejos desde tiempos inmemoriales. Puede ser ángel o demonio para los hijos. Solemos ser ambos. Hay quienes llegan al extremo de asesinar a sus hijos. Otros los matan en vida. Existen casos extraños donde los vástagos, inconscientemente, cobran venganza o llegan al extremo de destruir al padre. 

Como el infausto Edipo.

En redes sociales circula un poema, sin autoría, que define qué es ser padre desde su primera estrofa:

«Ser padre es ser el pilar del hogar,
el sol que ilumina al andar,
un faro en el mar, una voz sin grito,
enseñando el camino, un camino bonito. 

O, también, encaminarlo a un averno.

El papá también puede ser satanás: un doctor Frankestein. Infausto ejemplo de cómo la infancia es destino. Que nos lleva a la monstruosidad humana.

Y sugiere, como plantea Freud, que las experiencias y eventos que ocurren durante la niñez pueden tener un impacto significativo y duradero en la vida de una persona. Para bien o mal. Esto puede influir en su desarrollo emocional, psicológico y social, y moldear su personalidad, creencias y comportamientos futuros.

Ella, irremisiblemente, nos marca. Y suele ser más terrible de lo que imaginamos. 

Es el caso del tricampeón mundial Julio César Chávez y la relación con su hijo mayor, llamado con el eufemismo -incluso sorna- ‘Junior’, también pugilista. Efímero campeón mundial de peso medio por el Consejo Mundial de Boxeo: del 4 de junio de 2011 a septiembre del 2012. 

A los 37 años de edad, atraviesa por un momento amargo, aciago, de su vida, hecha un infierno desde pequeño. 

Rehabilitado y convertido en una figura del deporte y la superación mexicana,  ‘Julito’, como también se le conoce, ha tomado el infausto relevo de los escándalos de su padre: reiterados problemas con la ley, las adicciones y su polémico matrimonio con Frida Muñoz, la viuda de uno de los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán. 

Hace seis años, la Fiscalía General de la República abrió, contra JC Junior, una investigación por delincuencia organizada y tráfico de armas. Y en 2023, la carpeta derivó en una orden de captura. Pero nunca se cumplió, pese a que, varias veces, llegó a estar en territorio nacional.

Estados Unidos lo entregó a México, el 19 de agosto de 2025, tras su detención en suelo estadounidense, por presuntos vínculos criminales y radicar ilegalmente en el país. Fue trasladado a un penal en Hermosillo, Sonora. 

Acá, fue vinculado a proceso por supuestos vínculos con grupos delictivos -Cártel de Sinaloa, los Chapitos, en particular-, así como su posible participación en el delito de tráfico de armas. Seguirá su proceso en libertad condicional, por lo que dejó el penal. Apenas salió fue a entrenar a un gimnasio. Ya fue a visitarlo, por un video que circula en redes sociales, dándole un beso en la boca -como siempre ha hecho, pero que es polémico en redes sociales- y abrazándolo. Ambos con el rostro contrito, con una pátina de amargura dibujada en sus ojos bañados de amargura.  

Según versiones de prensa, poco antes de ser enviado su hijo a México, Chávez lanzó una lapidaria amenaza al poder, encabezado por la presidente Claudia Sheinbaum Pardo -con quien al parecer sostiene una relación de amistad-, así como con el ex mandatario Andrés López Obrador-, si no era liberado:

«Si no dejan en paz a mi hijo, voy a hablar todo lo que sé», en referencia a los que se conoce como «morenarcos», en redes sociales.

El pasado 30 de agosto, la Fiscalía General de la República apeló la decisión del juez de control de Sonora, Enrique Hernández Miranda, de otorgar libertad condicional a Chávez Jr. como parte del proceso en su contra por el delito de delincuencia organizada al ser señalado por presuntos nexos con el Cártel sinaloense. 

Todo indica que, tras la amenaza del llamado “zar del boxeo”, su hijo, correrá la misma suerte que el general Salvador Cienfuegos, ex secretario de la Defensa Nacional: exonerado. Se echará bajo el tapete de la ignominia. Salvo que la realidad diga lo contrario. 

Acabará siendo otro teatro, circo, esos que tanto gustan a la Cuarta Transformación y a sus rabiosos fanáticos internetianos.

El César del Boxeo tiene cuatro hijos. Tres de su primer matrimonio con Amalia Carrasco: «Julito», Omar y Cristian. De su segunda relación, con Miriam Escobar, nació Nicole.

Omar, quien tenía más capacidades boxísticas que su hermano mayor, protagonizó un incidente trágico en 2009 cuando su rival, Marco Antonio Nazareth, de 23 años. Falleció cuatro días después de su pelea debido a un derrame cerebral causado por los golpes recibidos. Después de esa dura historia no volvió a ser el mismo arriba y abajo del ring. Tiene 58 peleas profesionales -41 victorias, 8 empates y 9 derrotas.  

Con 29 años de edad, Cristian es el hijo menos conocido de la dinastía Chávez. Tuvo la grandiosa virtud de mantenerse alejado de los reflectores y el boxeo. Optó por convertirse en licenciado en negocios internacionales por la City University of Seattle, Estados Unidos.

Su única hija Nicole, 27 años, desde pequeña incursionó en el ámbito del espectáculo y el baile. Participó en los realitys shows como Pequeños Gigantes y Bailando por un sueño, producciones de Televisa. Es actriz y modelo. A ella sí la sedujo la oscura luz de los reflectores y la fama.

El gran campeón mexicano, uno de los más auténticos ídolos del deporte mexicano, considerado entre los mejores de la historia, nació en Ciudad Obregón, Sonora, el 12 de julio de 1962, experimenta el momento más ingrato de su existencia: tener un hijo preso, en su juvenil ancianidad, 63 años de edad.

Porque, por la furiosa violencia que caracteriza a las prisiones en México, no se sabe si un familiar sobrevivirá al otro día. Es la incertidumbre en su máxima expresión.

JC fue un dios del ring: ganó seis títulos mundiales en tres divisiones de peso (superpluma, ligero y superligero). Estuvo invicto durante 13 años. Fue famoso por su letal gancho al hígado, granítica resistencia y acerada mandíbula. 

Inolvidable aquél prodigioso derechazo a la quijada de Meldrick Taylor, en los estertores de una épica pelea de título mundial, mandándolo a la lona como un guiñapo -quizá la mejor y más dura de su carrera-, que le dio el triunfo. Iba abajo en las tarjetas. 

Tras una carrera profesional de 25 años, Chávez tuvo el mundo a sus pies: mujeres, autos, casas, avión particular, yates…era una deidad sobre el cuadrilátero. 

Aunque, paradójicamente, vivía otro averno: la abismal soledad. Pese a su fortuna en millones de dólares, estaba lleno de vacío, según sus propias palabras. Desolado internamente, en el amargo sinsentido de la vida. Que lo arrojó en los letales brazos del alcohol y las drogas. No supo atemperar sus demonios. Perdió buena parte de su fortuna. 

Después de varios ingresos a centros de rehabilitación, logró su recuperación y hoy es una figura querida, venerada, en México.

Mas, pocos saben el embozado demonio que habita en sus entrañas. 

Siempre ha estado envuelto en la polémica por sus vínculos con narco capos, documentados en la prensa nacional e internacional -incluso libros como La Tragicomedia Mexicana del fallecido José Agustín-, y reconocido por él mismo: Ismael, Mayo, Zambada y Joaquín Guzman Loera, El Chapo, entre otros.

Su infancia fue amarga, difícil, marcada por una inconmensurable pobreza. Vivió con sus padres y 10 hermanos en un desvencijado vagón de tren abandonado en Culiacán, Sinaloa. A pesar de las carencias económicas y la falta de comodidades, fue un niño inquieto, alegre, pícaro, que disfrutaba jugando futbol y voleibol.

Para ayudar a su familia, comenzó a trabajar desde joven, vendiendo periódicos, lavando autos y boleando zapatos.

Grandioso, loable, indiscutible, ejemplo de la cultura del esfuerzo.

Sin embargo, nunca ha podido mantener a raya los demonios de egoico protagonismo. Ajonjolí de todos los moles, como se dice popularmente. Cuando aparece –como manáger o en sus esquinas en el cuadrilátero o en ring side-,  en las peleas de sus hijos, la noticia no son ellos: es él. También es analista de boxeo en TV-Azteca. Suele brindar charlas motivacionales contra las adicciones.

En un sinnúmero de entrevistas en programas de redes sociales narra el celestial infierno en que convirtió su vida y cómo pudo salir avante. 

Ya cumplió 16 años «limpio», como él dice: libre de alcohol y drogas.   

Lamentablemente, JC Chávez sigue siendo la estrella que eclipsa todo lo que lo rodea. En vez de iluminar, oscurece a sus hijos, Julio y Omar, en particular. No se percata que sus días de gloria ya pasaron a mejor vida.  Es incapaz de sepultarlos. Enfermedad que padecen la mayoría de los ex deportistas: no soportan el anonimato. Son mordidos por la serpiente del afán protagónico. Veneno para el que no hay antídoto.

Fue patético el festejo de sus 60 años de edad: apareció coronado, como si siguiera siendo el rey del boxeo, en el casino del Campo Marte de avenida Reforma de la ciudad de México. Solo faltaron sus chambelanes. Semejaba un anciano, bufonesco, quinceañero, al que nadie osaría decir que está equivocado. 

Fue una fiesta bañada de glamoroso oropel. Reunió a la crema y nata del boxeo, la farándula, el periodismo deportivo, incluso funcionarios públicos. El hijo del Santo y la polémica conductora Yolanda Andrade, entre otros.

Nadie confirma ni desmiente que Julio César Chávez obligara a sus hijos a pelear desde la infancia, haciéndolos liarse a golpes con otros pequeños a cambio de dinero.  Por el contrario, Chávez ha expresado que se equivocó al exponerlos prematuramente a las peleas, pero siempre estuvo para ellos y su bienestar. 

De hecho, lamentó haberlos impulsado a pelear en momentos inadecuados y reconoció que en la actualidad desea que se retiren del boxeo para enfocarse en sus familias y una vida más estable. 

La realidad desmiente sus palabras, sepultadas con una pesada losa de palabras.    

Rafael Cardona, decano del periodismo nacional ex reportero del célebre diario Excélsior, cuando lo dirigió Julio Scherer Garcia -finales de los 60 y principios de los 70-, amigo del excampeón mundial, lo responsabilizó de gran parte de la situación por la que atraviesa su hijo. 

 Durante una participación en el noticiario de José Cárdenas, en MVS, Cardona relató una amarga anécdota que, según él, explica el comportamiento actual de Chávez Jr.

“Algo que yo viví, y que me explica mucho del comportamiento, tanto deportivo como social, de este pobre muchacho”, inició Cardona al recordar una visita a la casa del legendario boxeador en Culiacán, durante una Navidad, en la cresta de la fama del púgil mexicano.

En aquella ocasión, Chávez se encontraba rodeado de amigos, con un refrigerador lleno de cervezas en plena banqueta de la calle donde vivía, mientras hacía escándalo. 

Recordó que el boxeador estaba “alterado” y comparó su actitud con una canción de Joaquín Sabina sobre los excesos con la cocaína.

“Estaba hasta arriba -drogado-. Entonces, le pregunté: ‘Oye, de tus hijos, ¿quién va a ser boxeador? ¿Julio?’” 

Y Julio, parado ahí, en una sala de juegos con mesas de billar y mesas para dominó, dijo: 

“‘¿Julio qué? ¡Si este es bien idiota, hombre!’”, recordó Cardona, señalando que el trato hacia su hijo era, vejatorio, humillante y violento: daba un zape tras otro, constantemente, en la cabeza, mientras lo insultaba. 

Sí eso era en público, ¿cómo sería en la intimidad de su hogar? 

Ahí nacía el monstruo de Frankenstein.

El periodista subrayó que, pese al evidente desinterés de Chávez Jr. por el boxeo, su padre lo obligó a entrenar desde pequeño. 

“Al que le gustaba era a Omar”, dijo sobre el otro hijo del boxeador.

Cardona fue más allá, señalando que el entorno que rodeó a Chávez Jr. desde su infancia fue determinante para su vida actual, marcada por adicciones, clínicas de rehabilitación y ahora problemas judiciales graves.

“¿Qué resultado tuvo?», preguntó Cardona.

Respondió: 

«Este pobre muchacho ha pasado más tiempo litigando, en clínicas de desintoxicación y relacionándose con gente que conoció gracias a su papá. Toda esa gente, los hermanos, los Chapitos, ¿por quién los conoció?”, interrogó.

Finalmente, el periodista remató su crítica con un contundente mensaje sobre la responsabilidad parental, al afirmar que los padres son responsables de la educación de sus hijos. El estilo y el ejemplo de crianza pueden marcar el futuro a favor o en contra.

Y donde resume que la infancia de Junior fue una «cárcel».

El comentario de Cardona ha desatado reacciones divididas. Mientras algunos coinciden en que el ambiente familiar de Chávez Jr. influyó en sus problemas, otros lo consideran una forma de revictimización.

Más bien, similar al drama de Edipo, es -consciente o inconscientemente-, una venganza sobre el padre por el trato recibido en su niñez:

Ojo por ojo…

Irremediable bestia de Frankenstein.

CATEGORIES
Share This