
Eférica imbecilidad
Balón Cuadrado
Por Stephen Crane
Decía Don Julio Scherer García, como director de la revista Proceso, desde su feroz agudeza crítica, que había «pendejos esféricos»: por donde quiera que se les mirara eran tontos. Algo similar ocurre con el futbol mexicano: por donde quiera que se le mire el balón es pusilánime, anodino, cavernario.
En una entrevista publicada en la revista Etcétera, el 31 de julio de 2019, casi tres años antes de su muerte -ocurrió a los 103-, en el dintel de la centuria, Ignacio Trelles Campos mantenía la lucidez y sabiduría de los antiguos filósofos griegos o tlatoani -pero del balón-, afirmó, lapidario:
“México jamás ganará una copa del mundo”.
A las graníticas palabras de Don Nacho, pesadas como losa, lo respalda su inconmensurable historia: único en conquistar siete títulos de liga en torneos cortos, dirigió a México durante casi tres lustros, incluidas dos copas del mundo y posee el récord de partidos dirigidos en el balompié local: mil 83.
Aunque Trelles nunca verbaliza por qué jamás la mafia mexicana del balón tendrá la copa FIFA en sus vitrinas -porque era políticamente correcto desde su acerada crítica-, se refería, seguramente, entre otras cosas, las siguientes:
Trato de esclavos a los jugadores. Falta de un sindicato que defienda sus derechos. Multipropiedad que prohíbe FIFA. Pacto de Caballeros. Eliminación del ascenso en el descenso. Extranjerización -casi 40% de la Liga Mx son foráneos.
Rabioso control de este deporte por parte de la dinastía Azcárraga desde la década de 1970 hasta la fecha. Y que los dueños del balón primen el negocio sobre el vergonzoso espectáculo, in saecula saeculorom -por los siglos de los siglos-.
Y donde el jugador no tiene voz ni voto.
Pecados mortales que simbolizan un balazos en el pie. Pero los dueños del balón saben que el aficionado está hipnotizado/idiotizado por la estulticia redonda.
¿Por qué?
Porque da un fugaz sentimiento de pertenencia al hinchar por el club de sus amores o una selección… campeona de la derrota.
Pese a que Jorge Valdano -campeón con Argentina en México 86 y ex jugador del Real Madrid-, entre otros clubes, afirma que el futbol «es lo más importante de las cosas que menos importan».
El malhadado Tri tampoco representa a la patria. La bandera tricolor y el himno nacional son un pingüe negocio de un puñado de crápulas.
Somos un país eternamente vencido que ha aprendido a disfrutar la derrota.
Resulta impensable, casi demencial, que con ocho millones de futbolistas amateur registrados oficialmente en la Federación Mexicana de Futbol, no haya 22 que sepan pegarle al baloncito.
Y que, además, por tercera vez, este país, será sede de una Copa del Mundo, ahora de la mano de Estados Unidos y Canadá, siga a un sueño eternamente imposible: el quinto juego mundialista.
Su negra pesadilla es hija de un endiablado imposible: ganar el título en el 2026.
lo más grave: que el aficionado siga consumiendo basura redonda, hechizado por la televisión -de paga y abierta, y, también, redes sociales, prensa escrita y radiofónica-.
Primero como jugador y ahora en el retiro, parece que quien ha tomado la estafeta crítica de Trelles es Andrés Guardado, uno de los mejores jugadores del presente siglo, con Carlos Vela y Javier Chicharito Hernández.
Durante 20 años de vivir de la millonaria patada -retirado en agosto pasado-, solía poner el dedo en la llaga de la oceánica mediocridad de este deporte. Fue uno de los jugadores más lúcidos, con virtuoso sentido común -¿filosofía de Principito?- del que carecían Hugo Sánchez -el más exitoso, que no en mejor futbolista mexicano de la historia-, Chicharito y Cuauhtémoc Blanco, en los anales del balompié local.
Como escasos jugadores nacionales, lo caracterizaba la elegancia en los pies, que bajaba desde la cabeza: porque sabe pensar, no sólo actuar, por lo que exigía el rival en la cancha. Por eso casi siempre portaba el gafete de capitán.
Era, como pocos atletas de este deporte, inteligente.
Por eso, su liderazgo natural siempre fue infravalorado. Era peligroso para la mafia del balón. Sólo quieren deportistas dóciles, argentadas ovejas, de hinojos ante el millonario oropel de este deporte.
En una reciente entrevista para el programa “El Cafelito” con José Pedrerol -reconocido periodista y presentador español-, Guardado -exjugador de equipos como Atlas, León y Real Betis-, ofreció una visión crítica sobre la pírrica disciplina y el profesionalismo de los futbolistas mexicanos.
El mediocampista, que actualmente reside en España, preparándose para convertirse en director técnico, aseguró que la mentalidad del jugador en México se encuentra lejos de los estándares que se practican en Europa.
Reza el refrán: que a mal amo, mal esclavo.
Si aplicamos ese proverbio al futbol mexicano se explica por qué nada en un mar de patética mediocridad, que raya en tragicomedia, desde la década de los 70: en Argentina 1978 quedó en último lugar -con Hugo Sánchez en la cancha- de los 16 clubes, debajo de Túnez. En el Mundial de Qatar 2022 ocurrió algo similar: quedó en la posición 22 entre 32 equipos.
Y hay riesgo de que sea peor.
Si Andrés Guardado conociera ese adagio estaría consciente que el cáncer real del futbol mexicano son los zares del balón, no los esclavos del balón.
Ellos, los empresarios de la pelotita, también son, irremisiblemente, los verdaderos Ratoncitos Verdes, no los jugadores.
Aunque en cada mundial se echa andar la poderosa máquina donde ellos quedan eximidos y los chivos expiatorios acaban siendo futbolistas y técnicos en turno. Sobre todo las dos televisoras que tienen aviesos intereses en el balompié nacional: Televisa y TV-Azteca.
Guardado señaló que, en la Liga MX, las concentraciones suelen ser vistas por los futbolistas como un vía crucis, lo que refleja la falta de compromiso hacia el alto rendimiento.
“El profesionalismo en general, es complejo. Allá -México-, creo yo, una concentración se ve como un castigo para el jugador, lo toman así. Hay entrenadores que, en Liguilla, te concentraba, y el jugador lo veía más como: ‘pfff’; un castigo”, afirmó El Principito.
En 2007 fue convocado a los súper Ratoncitos Verdes, de cara al mundial de Sudáfrica 2010. Durante la concentración y los entrenamientos en el Centro de Alto Rendimiento de la FMF, al sur de la ciudad de México, ya con tres años en Europa, se le veía madera de jugador exitoso y liderazgo natural en la cancha, con una zurda privilegiada, casi mágica.
También era ácido en las prácticas.
En la sesión de centros al área chica -en la cancha principal del Centro del Alto Rendimiento de la FMF-, por la banda izquierda, uno de sus compañeros no alcanzó a cabecear un pase que él sirvió.
«¡Súbete a dos kilos de tortillas para que la alcances!», gritó con sorna.
Desató la risa de más de medio centenar de reporteros, camarógrafos y fotógrafos.
Tendrán que pasar muchas generaciones para que algún jugador le quite a Guardado el mérito de ser el futbolista mexicano con más partidos y recorrido en las canchas de Europa. En 17 años de trayectoria en el futbol del Viejo Continente, Andrés participó en 542 juegos, superando a Hugo Sánchez, quien entre la década de los 80 y 90 sumó 489 partidos en 13 años.
El exjugador detalló que esta percepción genera un círculo vicioso que atrapa a los entrenadores en México, quienes recurren a las concentraciones para evitar indisciplinas y cuidar su puesto de trabajo.
“El entrenador lo hacía porque no existía el profesionalismo. Deben pensar, ‘si no los concentro, se me van a ir de fiesta y tal vez me estoy jugando mi chamba; entonces, debo tenerlos cerca’”, explicó Guardado.
En contraste, el exjugador del Betis comentó que en Europa la mentalidad es completamente distinta. Los futbolistas asumen con responsabilidad su rol profesional y entienden la importancia de la preparación sin necesidad de imposiciones.
“Acá me di cuenta de que la mentalidad del europeo, y en general de quien llega, es muy diferente”, sentenció.
Las declaraciones de Guardado reabren el debate sobre los vicios que persisten en el balompié nacional, donde la falta de disciplina individual y colectiva repercute en el bajo nivel competitivo de la Liga MX.
Para el Principito, la raíz del problema está en la cultura futbolística mexicana, que no termina de asumir el profesionalismo con la seriedad requerida.
El ex mediocampista dejó entrever que, si México quiere alcanzar un mejor nivel y competir de manera real con potencias europeas, deberá modificar su manera de entender el compromiso profesional.
Sus palabras llegan en un momento en el que los Súper Roedores Verdes, de la mano de Javier Aguirre, atraviesan críticas por sus resultados irregulares y la falta de un proyecto sólido a largo plazo, a menos de un año del mundial 2026.
Mas, vale reiterar, el problema de fondo no son jugadores ni técnicos.
El meollo del problema es cómo los zares del balón han provocado la pudrición crónica de este deporte hace más de medio siglo.
Mientras tanto, Guardado continúa su preparación en España, donde busca dar el salto a su nueva faceta como entrenador, llevando consigo la experiencia de más de 15 años de carrera en el futbol europeo.
El balompié mexicano es estúpidamente esférico desde hace más de medio siglo.