Prostituto del ring

Prostituto del ring

Balón Cuadrado
 
Por Stephen Crane
 
Hace tiempo una parte de la afición a este deporte sepultó su interés por ver las insulsas peleas del Canelo. Porque estaban plagadas de brillante opacidad a la oscura sombra de la mafia del ring -managers, promotores, casas de apuestas, televisoras y organismos boxísticos-. Había dejado se ser irrelevante si ganaba o perdía. 
Es un vil mercenario del ring.
Por eso, no sorprendió la derrota ante el estadounidense Terence Crawford. Sí, hay que reconocer, fue memorable aquel gancho de izquierda al mentón del mexicano, que lo hizo girar el cuello como el personaje de Regan MacNeil -de Linda Blair- en la célebre película de El Exorcista. Seguro le aflojó hasta las amalgamas, por su expresión en el rostro.  
Aunque no era de terror la acción sobre el ring; sí caricaturesca, patética. Indigna del, supuestamente, mejor peleador libra por libra que recibió el tercer descalabro en 69 peleas. Quizá cayó en exceso de confianza pensando, maquiavélico, que era inconcebible que un peleador que subiera dos divisiones podría vencerlo.
La mayor virtud  de Saúl Álvarez, durante 20 años de carrera, tiene tres lapidarias palabras:
Prostituyó el boxeo.  
Verbo que cala, hierro candente, en la entraña. 
Mas la verdad no peca, pero incomoda.
Quizá, y sólo quizá, influyó psicológicamente en La Barbie Mexicana del Ring el hecho de que se no hayan entonado los himnos de México y Estados Unidos.  La Cantante Fay iba a entonar el himno nacional. Quizá eso se convirtió en la Kryptonita del peleador jalisciense. Netflix ordenó que no se interpretaran. Hasta el momento no se sabe por qué. 
Hizo bien: inconcebible que Canelo represente a 130 millones de compatriotas. Gane o pierda.   
En redes sociales hubo comentarios con ácido humor después de que Saúl Álvarez ha mostrado su simpatía con los «morenarcos» -como llaman los cibernautas al partido oficial-, apareciendo con la presidente Claudia Sheinbaum Pardo: echa la maldición gitana a todo lo que toca. Cierto o no, por lo pronto están sepultando, bajo graníticas lápidas de autoritarismo, la frágil democracia que costó nueve décadas construir, desde 1929.
Una parte de la prensa nacional e internacional coincide que Terence -37 años-, pese a la desventaja de subir dos divisiones, bailó a un ritmo que el mexicano no pudo descifrar y se convirtió en el primer púgil en dominar tres categorías súper medianas en forma indiscutida.
La noche del pasado 13 de septiembre en el estadio Allegiant Stadium de Las Vegas, ante más de 70 mil aficionados,en las 168 libras, las tarjetas fueron para Crawford: 115-113, 115-113 y 116-112, consolidando su estatus como uno de los mejores libra por libra del momento.
Porque, insisto: el púgil tapatío no es tan bueno como muchos piensan, no tan malo como cree quien esto escribe. Es un peleador de medio pelo que se ensalzó desde las pútridas alcantarillas corruptoras de este deporte, ávidas de dinero, más que de brindar espectáculo. Porque Canelo encarna la crisis del boxeo mundial.  
Incluso en la crónica del diario La Jornada eligió el “virtuosismo” del peleador estadounidense sobre el mexicano. Llamándolo, –aunque suena excesivo-, “fenómeno”.
Casi la mayoría de las peleas ganadas por Saúl Álvarez son por decisión. La hipótesis que constata los hechos es que pelea para la televisión. Nomás imaginemos cuánto dinero representa la publicidad en cada descanso. Más ahora que Netflix fue su mandamás y el pleito no se transmitió en TV abierta. Ejemplo cómo a Saúl, interesa más los dólares que convertirse en el ídolo que él anhela. En el ocaso de su carrera jamás lo logrará.
Quizá aprendió mañas desde aquel patético combate contra Floyd Mayweather. Quien, pidiéndolo noquear desde los primeros asaltos, llevó a decisión la pelea.
«Money, money” también peleaba para la televisión.
Curiosamente, previo al combate del pasado 13 de septiembre -y que puede reforzar la anterior teoría que pelea para la TV-, el mítico Roy Jones Jr -medallista olímpico estadounidense y campeón mundial en tres divisiones-, encendió la polémica al hablar del poder de Álvarez.
Con ácida ironía, aseguró que el tapatío no perdió pegada…
Simplemente nunca la tuvo.
Aunque Canelo presume 39 nocauts en 63 victorias, Jones Jr dejó claro que, en su opinión, esos triunfos por la vía rápida llegaron ante rivales “a modo”, boxeadores con poca resistencia que terminaron cayendo tarde o temprano.
El estadounidense, considerado uno de los mejores libra por libra de la historia, fue tajante:
«Canelo no puede ser catalogado como un noqueador de un solo golpe, ya que contra rivales de élite no ha podido concretar ese poder devastador que algunos le atribuyen. No, no veo el argumento [de que el poder sea lo último en perderse con Canelo] porque, si lo piensas, ¿a quién detuvo Canelo?”, cuestionó el ex boxeador en declaraciones que compartió Boxing Scene.
“¿Detuvo a Golovkin?, preguntó. 
Respondió, tajante:
«No”.
“¿Derribó siquiera a Golovkin?”, volvió a cuestionar
Su respuesta fue la misma:
“No”.
Siguió:
“Detuvo al chico de Texas que normalmente noqueaba [James Kirkland]. Detuvo a Amir Khan, que había subido tres o cuatro divisiones de peso y era propenso a ser noqueado por un pegador fuerte. ¿Pero a quién ha noqueado que no fuera propenso a ser noqueado? ¿Cuándo lo hemos visto con un golpe tan potente como ese? No”.
“Así que no es que lo haya perdido (el poder). Nunca lo ha tenido”, subrayó Roy Jones Jr.
Reconoció que su potencia al cuerpo sigue “siendo excepcional”. No va a desaparecer. “Pero nunca ha sido un tipo con golpes a la cabeza superpoderosos. Si lo fuera, habría noqueado a más gente de la que noqueó porque peleó con algunos tipos a los que debería haber noqueado”.
“Por ejemplo, debería haber noqueado a Edgar Berlanga. Lo derribó. Mira lo que le hizo [Hamzah] Sheeraz, lo dejó completamente inconsciente. Eso sí que es un pegador”, analizó Roy Jones Jr, criticando que en mexicano lanza muchas “bofetadas” con la palma de la mano. 
“Así que, para mí”, concluyó, “nunca se le ha conocido como pegador. Es un boxeador clásico, y lo sigue siendo. Se le puede llamar pegador porque definitivamente puede golpear al cuerpo. Pero nunca ha sido un noqueador de un solo golpe a la cabeza, a menos que el oponente fuera vulnerable a ser noqueado de esa manera”.
Tampoco es hábil con uno de los golpes más letales sobre el encordado: gancho al hígado. 
Con esta pelea, el púgil tapatío de 35 años, cruzó la línea de 300 millones de dólares de su fortuna, con los 150 millones de billetes verdes que habría ganado, su rival se quedó con famélicos 10 millones.
Pese al duro golpe deportivo -bajándolo de la nube en que andaba, como dice la canción-, Canelo no tardó en pronunciarse y a través de sus redes sociales. Compartió un mensaje cargado de emociones y reflexiones, sin la prepotencia y soberbia que lo caracteriza, donde dejó claro que esta derrota no define su trayectoria ni legado:
“Me siento muy orgulloso de todo lo que he conseguido hasta ahora; siempre se quiere ganar, pero acepto esta derrota con humildad y aprendizaje”.
Más allá del ring, Canelo expresó, al término de la pelea, en rostro enrojecido como camarón, aunque sin herida alguna:
«Yo ya gané porque tengo a mi familia conmigo y a millones de fans que nunca han dejado de apoyarme».
 Y  remató, con aquella arenga llena de vacío, eufemismo de derrota:
«¡Viva México, cabrones!»
Mas en redes sociales hubo un mar de opiniones iluminadas de oscura luz en torno a la bufonesca derrota del mexicano.
Hubo una, en particular, que llamó la atención, en Facebook, por su agudeza. De un -se trasluce por sus palabras-, apasionado conocedor del box y redacción impecable, digna de un cronista deportivo:
Vox populi vox dei -la voz del pueblo es voz de dios.
Reflexionó:
Acabamos de vivir una noche muy oscura para el prestigio del boxeo mexicano. Me cuesta mucho ver una pelea de Canelo Álvarez. Una pelea lenta, sosa, sin espectáculo, sin combinaciones, sin alma y, sobre todo, sin corazón. Las grandes batallas mexicanas que alguna vez nos hicieron hervir la sangre quedaron en el ayer.
Aquellas guerras épicas de Juan Manuel “Dinamita” Márquez contra Manny Pacquiao, donde cada round era una explosión de emociones, son recuerdos lejanos. Los boxeadores aztecas como Julio César Chávez, que se dejaban la vida arriba del ring, ya no existen más.
El famoso y legendario estilo mexicano, ese que te levantaba del sillón, que te hacía apretar los puños de orgullo y gritar hasta quedarte sin voz, ha muerto. Por eso, jamás vuelvan a poner a Canelo Álvarez entre los mejores boxeadores mexicanos de la historia.
Ser campeón de taquilla no es lo mismo que ser campeón del pueblo. Y lo repito con claridad: el boxeo mexicano que nos hacía vibrar ya no existe más.
Canelo prostituyó el Boxeo mexicano y ello eliminó el real boxeo que nos caracterizaba, en donde, enfrentar a un peleador mexicano, era casi estar dispuesto a enfrentar a la muerte.
Algo importante es la falta de humildad del Canelo ante Dios, a pesar de verse favorecido con abundancia, nunca ha hecho algo similar como Terence, Canelo se atribuye así mismo su éxito.
LECCIÓN DE CRAWFORD
Pocos lo dicen, pero es necesario recordarlo. En la pelea contra Canelo, Terence Crawford no solo nos mostró un boxeo sólido, una estrategia impecable y una disciplina digna de campeón. Nos dio algo más grande.
Antes de subir al ring, se arrodilló y oró.
Cuando terminó la pelea, antes de que anunciaran el resultado, volvió a hincarse y agradeció a Dios.
Y cuando el micrófono estuvo frente a él, no habló primero de su técnica ni de su victoria: le dio la gloria y la honra a Dios.
En tres ocasiones lo hizo, sin miedo, sin vergüenza, con convicción. En un deporte donde muchos prefieren callar, Crawford nos dio una lección no solo con los puños, sino con el corazón.
Discúlpenme por ser tan sincero.
La Barbie Mexicana del Ring, inconmensurable, prostituta del cuadrilátero a la oscura mafia de cuello blanco boxeo.
Que, como se dice en los barrios: 
Es padroteada.
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